Nadie es (profeta) VIAJERO en su tierra

“Allá hallarás mi querencia. El lugar que yo quise. Donde los sueños me enflaquecieron. Mi pueblo, levantado sobre una llanura. Lleno de árboles y de hojas, como una alcancía donde hemos guardado nuestros recuerdos. Sentirás que allí uno quisiera vivir para la eternidad.” Juan Rulfo, Pedro Páramo

Marco vive en Venecia y, en una oportunidad que tuve de ir, se dio a la tarea de acompañarme en mi encuentro con la ciudad. Mi sorpresa fue su vibrar. Se admiraba casi como yo. Ambos accedíamos  ante la emoción de su expectativa cuando proponía el siguiente destino. Era evidente que las cosas eran distintas a como él las recordaba: personas, colores, usos de los espacios, tamaños, vegetación, lo que ya no estaba o había dejado de suceder, lo que era claramente igual pero se veía distinto… Habían cambiado él y el espacio (físico y en su dinámica), bella multiplicación que abre posibilidad de reencuentro. Era claro, hacía tiempo que no ¨turisteaba¨ su ciudad.  Y yo pensaba: ¡PERO ES VENECIA!

A partir de ahí comencé a observar a las personas en su entorno y llegué a tres conclusiones: la primera es que pocos viajan su ciudad, nos envuelve la cotidianeidad y los hábitos; la segunda es que no importa si la ciudad es considerada turística o no, los habitantes en mayor o menor medida comparten el comportamiento (es decir, lo mismo la Ciudad de México que Culiacán o Milán); y por último, que cuando se presenta la oportunidad, los reencuentros sorprenden.

El viajero se mueve de su espacio geográfico habitual motivado por diversos fines. No encuentra, busca (como los amorosos de Sabines).

Cuando nos encontramos en un entorno nuevo por interés, abrimos un poco más nuestros sentidos. Nos disponemos a recibir. Somos curiosos, perceptivos, amables ante las diferencias. Reconocemos similitudes. Preguntamos. Cuando viajamos, normalmente es así. Entonces, ¿por qué no viajar nuestra ciudad?

León y yo llevamos un año de reencuentro. Ambos crecimos y cambiamos. Enamoramiento. Me encanta. Lo vivo, lo disfruto, lo presumo… sus espacios se me revelan.

Me encontré una jacaranda hermosa en el Parque Hidalgo, el Bum Bum en el Barrio Arriba, la Madero, la oferta cultural, el respeto a nuestra identidad (cuchilleros, zapateros, curtidores, textileros, conspiradores, bicicleteros), los Almuerzos Mexicanos, un nuevo edificio de departamentos a base de contenedores en la salida a Lagos, nuestro Arco y su León que funge de puerta… invita al corazón, mi familia transformada, las guacamayas, Vanessa, la casa de mi abuela, el movimiento ciclista de los miércoles (y mi bici Benotto 72), las quesadillas del mezquitito, la Pollita, mi universidad, mi escuela primaria ¡que ahora es la de mis sobrinos!, la Patiña, El Forum, las hamburguesas de los cuñaos, la banda que corre, la Josefa Ortiz de Domínguez, el Parque Metropolitano, la cebadina, la sabiduría que tienen ahora los amigos de mis papás, el IMAX, los tacos de Don Luis, Plaza de Gallos, el Parque de Valle del Campestre, el fut, el Templo de la Paz, el teatro… los que llegaron y los que ya no están. Las increíbles personas que he conocido y reconocido en los últimos meses… mi León generoso.

Zapatero del Barrio de San Juan de Dios  /  Foto: Fernando Gómez Mancera  "f de foto"

Zapatero del Barrio de San Juan de Dios / Foto: Fernando Gómez Mancera «f de foto»

Propongo redescubrir nuestros espacios. Reforzar nuestra identidad aceptando el entorno, involucrándonos con su cambiar. La experiencia será distinta por el simple hecho de que el tiempo pasa. Cambia el contexto pero, sobretodo, cambiamos nosotros y con esto, nuestra percepción. Dejarnos sorprender y reconectarnos es menester.

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Pedazos de tránsito

“I was surprised, as always, by how easy the act of leaving was, and how good it felt. The world was suddenly rich with possibility.”—Jack Kerouac (On the Road)

“Pero… ¿usted dónde vive?” me preguntaron en migración al llegar al aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México. La señorita vio un pasaporte abarrotado de sellos carente  de secuencia cronológica y me miraba con extrañeza. No pude responder inmediatamente. Fue una pregunta cuasi filosófica. La respuesta más sensata era “viajo con mi casa”.

 Pasaporte

Me declaro nómada:

  •  Intento abrir la habitación de mi hotel en Buenos Aires con la llave del de Sao Paolo.
  • Tramitan mi visa ucraniana en el consulado de Milán y la rusa en la embajada de Londres.
  • (León*20)+(Guadalajara*5)+(Donetsk*0.4)+(Turín*0.08)+(D.F.*3)+(Los Cabos *0.2)+(Londres*0.4)+…
  • En ninguna ciudad me cortan bien el pelo.
  • Doy indicios de fobia a hacer maletas.
  • Formulo una frase con tres idiomas.
  • En mi equipaje no faltan los adaptadores, los discos duros de respaldo, mi playera de México, mi libretita de ideas, dos libros, chocolates, la crema para rizos, tenis y mis lentes de sol.
  • Giro porque tengo un punto de apoyo.
  • Cuando hablo de mi familia tengo acento y vocabulario leonés, cuando hablo de finanzas es tapatío.
  • Voy sustituyendo el inglés que me enseñaron en la escuela por el que se habla en todo el mundo (no es igual).
  • El whatsapp y mi facebook son más importantes que mis tres cuentas de correo electrónico.
  • El mundo no está preparado para este trabajo. Los trámites de visa son insufribles.
  • Lloro cuando escribo cartas.
  • +distancia –influencia
  • Dejo una rebanada de mí en cada lugar.
  • Uno también está donde lo piensan.
  • “El teléfono no acerca, confirma las distancias” dice Simone de Beauvoir (y los aviones, y el skype…)
  • Siembro siempre.
  • Estos ojos coleccionan diversidad.
  • Confirmo: las ciudades hay que comerlas.
  • El mundo es como el chorrito de la canción: se hace grandote y se hace chiquito. La geografía no es absoluta.
  • Es casi dolorosa la idea de la posibilidad de tantos futuros.
  • YOQUIEROUNPARASIEMPRE.
  • Me pausa la velocidad.
  • El cambio también es adicción.
  • Serumoraquenotengoremedio.
  • Confirmo: los sueños se hacen realidad.
  • Las despedidas se huelen (mastique antes de tragar)
  • Mi filosofía: “NO TE SALVES” (Gracias Benedetti)
  • Sospecho fuga.

Me declaro nómada (por ahora). Hacer tierrita eventualmente es menester.

Aeropuerto de Londres, mientras escribo esto...

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Diversity Rocks

«No esperes resultados distintos haciendo lo mismo” Einstein

“¡Tenemos un problema muy grave!” me dijo Paolo cuando entró a mi oficina temporal en Ucrania mientras yo trabajaba absorta en silencio. Levanté la vista de inmediato y le di toda mi atención. Lo escuchaba mientras hablaba en un tono más alto de lo normal intentando explicarme en inglés (segundo idioma de ambos) la gravedad del asunto. Subrayaba sus frases con un lenguaje corporal que incluía movimientos bruscos de los brazos que subían y bajaban con rapidez. Su mirada buscaba mis ojos ametrallando el final de cada frase que agitaba más y más su respiración. Por un  momento dejé de escucharlo. Pensé: tendremos que cancelar el evento. Otros tres episodios así me tomaron entender que en la cultura laboral italiana, manotear y agitarse es muy normal y no necesariamente indica tanta gravedad. Entendí que somos diferentes.

Un director técnico italiano, un coreógrafo inglés, un jefe de foro libanés, relaciones públicas por una ucraniana, un productor mexicano y un coordinador de camerinos estadounidense es solo un pedacito del organigrama que muestra la ensalada de nacionalidades de la última producción en la que estuve. El resultado es grandioso: un magno evento con rasgos de flexibilidad, respeto y excelencia. Las vastas texturas que surgen de un grupo tan heterogéneo hacían de cada reunión de trabajo toda una experiencia. Para mí, la interculturalidad se resume en una palabra: riqueza.

Interculturalidad sabe a la incomodidad de enfrentarse continuamente a cosas nuevas, detona flexibilidad de pensamiento y de acción, al constante preguntarnos. Se siente descontextualizarnos: salgo de mí para ver desde ti. Genera hambre de construir. Los juicios y los supuestos superfluos no sobreviven. Interculturalidad propaga riqueza humana porque incita a la generosidad, el dar y recibir activo que no suma ni resta, sino que multiplica.

Es inevitable. Cuando debo trabajar con una persona que es culturalmente muy diferente a mí se agudizan mis sentidos y entro de inmediato en un estado de alerta y apertura. Seguro me enfrentaré a un reto en el lenguaje -verbal y no verbal-, tendremos diferencias al clasificar prioridades, formas de comunicación, toma de decisiones, resolución de problemas. Nos enfocaremos en lo importante. Los juicios no caben. La necesidad es de construcción. Me encanta la intriga de la oportunidad.

Un ambiente intercultural en el trabajo genera una dinámica que invita a aceptar la diversidad humana y fomenta la oportunidad de enriquecimiento. El objetivo no es homogeneizar sino hacer de la variedad una ocasión.

Que existen muchas formas de discriminación es evidente. Segregación a causa de la incapacidad de aceptar diferencias y permitir una coexistencia que edifique. Yo creo en el ejercicio de descontextualizarnos, es decir, salir de nuestra zona (no necesariamente geográfica) para generar empatía con otras formas de vida humana. En un entorno que siempre está cambiando ¿qué haces para descontextualizarte constantemente?

La interculturalidad nos cuestiona. Nos evidencia el hecho de que nuestro modo de afrontar la vida no es el único, que existen otros hábitos y conductas. Algunas veces esta confrontación nos ayuda a cambiar de opinión, otras veces a reafirmar la nuestra o solo a registrar conscientemente que existen otras formas, es decir, a aceptar las diferencias. Nos estimula a sepultar generalidades y estereotipos que, claro está, interfieren terriblemente en un proceso creativo y estratégico.

Antes lujo, hoy asequible. Apostar por lo heterogéneo parecía más difícil, sobre todo por costos y una resistencia general. Ahora existen muchas formas de experimentar el intercambio cultural: programas universitarios, acuerdos entre países, esquemas de intercambio laboral entre empresas, trabajos por proyectos, la tecnología, etc. Es menester probar.

La diversidad no se limita a un plano internacional. Una ciudad ya tiene muchas oportunidades de intercambio, basta ver las muchas formas de vivir: sexos, edades, niveles socioeconómicos, religiones, formas de educación, personas con discapacidad, hábitos de consumo, preferencias sexuales, etc. Conviene salir del confort y explorar.

Interculturalidad es oportunidad, diversidad es fortaleza y el respeto a las diferencias una fiesta.

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Cultura del Reuso

“Cuando una vida termina otra comienza.
Creemos que lo viejo, olvidado o descartado puede renacer,
que cada cosa y cada persona tienen una historia qué contar.”
Leftovers

 

Giovanni, amante de las bicicletas y compañero de trabajo, llega a la oficina en una bici muy particular. Es vieja y linda. Me cuenta que había estado meses en la calle atada a un poste hasta que él decidió darle otra oportunidad de vida al recogerla y renovarla. Una bonita historia que desató mi curiosidad. ¿Quién la abandonó? ¿Qué caminos recorrió antes? ¿Cuántos años tiene? ¿Qué ha visto? ¿Por qué esperó a Giovanni? ¿Cuánta energía le queda?

La bici de Giovanni / Milán 2011

Que mi madre dirija un bazar de muebles y accesorios de segunda mano ha despertado mi fascinación por la cultura del reuso.  Muebles ávidos de una segunda oportunidad, dispuestos a contar historias, modificarse, alterar su naturaleza y transgredir su entorno. Reutilizar es un valor que integra conservación, respeto y transformación.

Reusar es hoy un desafío pues las cosas están, cada vez más, hechas para un uso fugaz. La ropa es un buen ejemplo cuando la dinámica es comprar prendas con buen diseño pero de baja calidad. Un juego asumido ya por el consumidor el de gastar menos pero con mayor frecuencia. Prioritaria la novedad sobre la clase. No interesa la permanencia. Este ejemplo aplica a la joyería, utencilios, automóviles, muebles, casas, negocios, espacios e inclusive relaciones interpersonales. Cuando la esperanza de vida es más alta que nunca, se viven menos los conceptos de continuidad, permanencia y estabilidad.

Enmedio de lo que parece ya un sistema de “usar y tirar”, surge la necesidad de encontrar otras formas de consumo. Reutilizar conlleva una exgencia básica: pensar un objeto diversamente. Imaginarlo en otro contexto, transformarlo o desobedecer su naturaleza. Se ajusta poco a la mecánica general. A los que se aventuran a reusar, los considero infractores por romper esquemas y convertir una idea en acción que se adecúa muy bien a nuestro modo de vida.

Me gusta la idea de infringir con creatividad: convertir una vieja tina en sillón, una serie de llaves españolas en perchero, tapizar un mueble, combinar telas al vestir, graduar unos lentes de los años setentas, etc.  Casi todo amerita una segunda, cuarta o enésima oportunidad. Me pregunto ¿cuántas formas de vida tiene un objeto?

Las tiendas vintage es algo que me gustó descubrir en estos meses que llevo en Milán o por las calles de la colonia Roma en la Ciudad de México. Objetos muy comunes que sobreviven el paso del tiempo y que son altamente valorados por su originalidad y lo que representan. Lo viejo está de moda, old is in.

No menos importante es el valor ecológico de esta práctica. Claramente, el ejercicio de reuso demanda un cambio en la cultura de consumo que beneficia al medio ambiente. Creo que es una forma honesta de generar una conciencia real sobre la ecología. De toda la información que recibimos acerca del reciclaje, me pregunto si no es más una moda que una convicción, un estatus o una obligación. Que el reutilizar sea el medio y no el fin es plausible.

Al final nos buscamos en la historia de otros que queremos hacer nuestra. Trascendemos incluso en nuestros objetos. Nostalgia de pasado. Ánimo de revolucionar.  Ya no me rehuso, me reuso.

 Ligas interesantes:

 

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La herencia de los hábitos

A mi abuelo Chucho

 

Te moriste. Y la muerte es buena porque te hace pensar en la vida. Meses pasaron ya y aún repaso las cosas que heredé de ti. Te reías porque me encanta tener tus canas brillantes, pero me gusta más saberme con la fortuna de algunos de tus hábitos.

La psicología dice -lo sabrás bien como médico- que un hábito es un comportamiento repetido regularmente. Los hay de toda categoría: comer, fumar, ejercitarse, la sobremesa, la televisión, uso del tiempo libre,  la forma de trabajo, comprar, comunicarse, escribir, dormir, relacionarse, el proceso de razonamiento, etc. Mi reflexión es muy sencilla: tenemos la posibilidad de trascender con nuestros hábitos en las personas que nos rodean.

Ya ves, te moriste y yo estudio mi conducta: ¿Qué hábitos me han heredado? ¿Cuáles me gustaría heredar a los demás?  Ya identificado lo que estoy replicando, más importante es decidir qué quiero mantener, cambiar o eliminar y ojalá poder lograrlo.

Por fortuna, los hábitos también se relacionan al arte. La lectura, por ejemplo, es un hábito que aprendí de ti. Tu biblioteca, las horas que dedicabas a leer, tu conversación variada y profunda, pedirte un consejo literario, tener tus libros por semanas y después, analizar.

Dibujo hecho por Ricardo Rosales

El Sistema de Información Cultural[1] publicó los resultados de una encuesta realizada en 2004 a los mexicanos respecto a las prácticas y consumo culturales. Seguro que no te sorprenderás, tú futbolero, que respecto al tiempo libre, ir al estadio es más habitual que asistir al teatro, danza o alguna exposición; tampoco de que visitar una biblioteca ocupe el penúltimo lugar. Como sociedad es aún muy común que nos reunamos a convivir en familia (otro hábito que fomentaste arduamente y que espero mantener por mucho tiempo). Interesante el resultado de esta encuesta al indicar que las mujeres, en su tiempo libre, escogen más actividades artísticas que los hombres, tal vez se relacione a la sustitución por la preferencia de los hombres a actividades deportivas. Un dato de alarmarse, solo un 4.2% de la población toma clases de alguna disciplina artística y la segunda razón más poderosa para no hacerlo, después de no tener tiempo, es que simplemente no nos interesa.

Tomado de Encuesta nacional de prácticas y consumo culturales, CONACULTA, http://sic.conaculta.gob.mx/ primera edición 2004.

Tomado de Encuesta nacional de prácticas y consumo culturales, CONACULTA, http://sic.conaculta.gob.mx/ primera edición 2004.

 

Tengo la fantasía de que algún día las prácticas artísticas al menos formen parte de la lista a considerar cuando hacemos planes.  Que digamos “¿qué hacemos el viernes?” y se vengan a la mente cuatro o cinco opciones y entre ellas estén ver danza y alguna exposición. Yo tengo el hábito de asistir al teatro y puedo decirte, con mucho orgullo, que ya lo estoy heredando a personas que están cerca de mí y es que ¡quiero que sepan cómo se siente el teatro!

Es menester tomar consciencia de que, si lo que hacemos regularmente lo estamos transmitiendo, entonces es un compromiso con los que queremos. Más aún sabiendo que la herencia no es solo a los hijos y nietos, sino también a y de amigos, pareja, compañeros de trabajo, alumnos, etc. Generar un gran patrimonio de ver y crear. Preocupan los malos hábitos y más aún los malos que no reconocemos o no queremos reconocer.

El valor de la herencia es que intentamos replicar porque queremos que el otro sienta lo que nosotros sentimos. Coincidirás conmigo, después de todo, que al heredar hábitos creamos lazos. Compartimos y alimentamos nuestras relaciones a través de la afinidad.

Gracias por el legado. Me gusta saberte en mí.  

Quédate cerca… tu pingüica.

Escríbeme a: mestermenester@gmail.com


[1] Encuesta nacional de prácticas y consumo culturales, CONACULTA, http://sic.conaculta.gob.mx/ primera edición 2004.

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Festivalitis

Mi interés por el arte se debe a que, entre otras cosas, tuve la fortuna de ver excelentes proyectos artísticos en los principales festivales de mi estado natal. Por ejemplo, recuerdo muy bien la puesta en escena “Cuarteto” dirigida por Margules que se presentó en un Festival Internacional de Arte Contemporáneo en el Teatro Doblado,  “Don Quijote” representado por el Ballet de Kiev en el Festival Internacional Cervantino y mi primer bombardeo de cine en el Centro de Convenciones de Guanajuato en el marco del Festival Expresión en Corto.  Los festivales acercan, siembran y nutren.

 

La oferta de festivales es enorme. Las variables son: tema, propósito, duración, periodicidad, plaza, convocatoria (local, nacional o internacional), público objetivo, etc. Cada festival, tiene un nicho de mercado muy específico de acuerdo a su objetivo que puede ser conmemorar un suceso, apoyar una causa determinada, ofrecer un atractivo turístico en la ciudad, promover intercambio cultural, generar ideas o simplemente los que pretenden brindar a la población la posibilidad de asistir durante un período concreto a actividades extraordinarias.

Sin embargo, hoy parece que vivimos el fenómeno festivalitis. No es sólo que la primera opción o respuesta para una demanda de programación cultural sea justamente un festival, sino que de pronto surgen programas carentes de discurso, de un sentido y un pensamiento, que no generan un valor excepcional en su entorno y un diálogo con la ciudadanía –porque la cultura es justamente compartir un sentido-. Festivalitis no es el emerger de festivales, sino la falta de propuestas alternativas.

 

En un mundo donde los cambios son aceleradísimos y las relaciones (entre personas, instituciones e ideales) son cada vez menos consistentes, sobrevivir es una labor ardua. A falta de una base sólida, muchos festivales se enfrentan a una vida corta. Los que trascienden  se deben a la creatividad de sus objetivos y formas, la solidez de la organización interna, las facultades de financiamiento (propio o externo), el análisis real y exhaustivo de la dinámica que los rodea y la ejecución de estrategias con una visión de permanencia.

Un problema que se deriva de este festivalitis, es la concentración de éstos en una época del año. Esto no es exclusivo de México, donde el 53% de los festivales se celebran en sólo cuatro meses del año (marzo, abril, octubre y noviembre)*. Esta condensación es inconveniente para el público así como para los creadores, pues de pronto se ven inmersos en una mecánica sujeta a la estacionalidad que poco aporta a una consistencia laboral y, por lo tanto, creativa.

 

Dentro de un festival, el intercambio y la oportunidad de acceder a eventos que sería complicado ver en un ritmo cotidiano, es lo más valioso para el espectador y para los creadores interesados en llegar a otra ciudad, estado o país.  Sin embargo, el festivalitis es como una metralleta: mucho -a veces muy bueno- para ver o proponer en poco tiempo y después otro período largo de aridez. Difícilmente lograremos desarrollar un interés profundo si las personas tienen una o dos buenas experiencias artísticas al año. Las expresiones artísticas forman parte del desarrollo social.  Intentemos ser menos correctos, inquietemos, sorprendamos, aceleremos el ritmo y cultivemos relaciones permanentes. La demanda real de la sociedad es una oferta cultural diversa y, sobretodo, constante.

Celina Padilla Vázquez

Escríbeme a: mestermenester@gmail.com

* Nota: todos los datos estadísticos aquí mencionados se tomaron del Sistema de Información Cultural http://sic.conaculta.gob.mx. Abril, 2010.

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De Fábrica a Centro de Arte

A veces pienso que los lugares nos escogen. Los mejores sitos los he encontrado casuísticamente, como la Fábrica La Aurora en San Miguel de Allende. Sólo entrar captó mi atención. Era una invitación a caminar entre pasillos y patios mostrándome objetos de arte, restaurantes, estudios, fotografías, ropa, pinturas, joyas, muebles, libros y antigüedades  que se mezclaban con maquinaria y formas no convencionales. Ahí huele a historia y a contemporaneidad.

Fábrica La Aurora / Foto: Jesús Herrera

San Miguel de Allende, además de ser una ciudad que por su arquitectura e historia es foco de turismo, es ya un reconocido municipio por sus interesantes propuestas artísticas. Visitar la Fábrica La Aurora es menester, no sólo por recorrer todos sus recovecos y tener la opción de adquirir cosas creativas y originales, sino también por conocer un buen ejemplo de gestión cultural. Convertir un recinto que se puede considerar patrimonio histórico, en una propuesta artística autosustentable.

Desde 1902 y por casi noventa años, La Aurora fue una fábrica de hilados y tejidos de alta calidad, fue por mucho la actividad económica más importante de la ciudad y, por lo tanto, relevante en la cultura de los sanmiguelenses.  Fue hasta 1991, después de once años de haber permanecido cerrada, que La Aurora se reinventa a través de una empresa cultural. Hoy, conserva su arquitectura original y, con algunas pequeñas remodelaciones,  cuenta con cuarenta locales que tienen una línea en común: arte y diseño.

Fábrica La Aurora / Foto: Jesús Herrera

Pero hay otras cosas qué hacer en la Fábrica La Aurora. Hay comunicación.  Es un lugar con emoción, abierto y propositivo. Porque no es suficiente ser bueno en un proyecto cultural, hay que ser diferente y en eso radica su valor. A lo largo del año se organizan distintas actividades; por ejemplo, la fiesta de aniversario celebrada el pasado seis de febrero o los jueves en que los artistas abren sus estudios para el público, exhibiciones, además de la constante oferta de talleres y cursos.

Existen otros lugares como La Aurora que rehabilitan edificaciones. Roca Umbert Fàbrica de les Arts,  un lugar en Granollers, España, que también me sedujo, pues ha aprovechado veinte mil metros cuadrados de una vieja fábrica textil en el centro de la ciudad, para la formación, difusión y producciones artísticas;  La galería Tate Modern, ubicado en un viejo edificio de central eléctrica en Londres, representativo de la Inglaterra industrial; UfaFabrik Berlin, que utilizó una sucursal de copias de películas a punto de ser demolida, con un proyecto llamado: “la segunda vida de la UFA” para hacer el Centro Internacional de Cultura y Ecología; un ejemplo más cercano aún, es la galería La Tenería en la ciudad de León, Guanajuato, idea genial por aprovechar una edificación que, en definitiva, representa la cultura municipal: ¡una tenería!

 

Recuperar una construcción en desuso para un fin artístico tiene, desde mi perspectiva, tres valores muy importantes. Por un lado, el concepto verde de reutilizar, que tiene que ver con el aprovechamiento del espacio y el material de un lugar, evitando así extender la mancha urbana a territorio virgen. En segundo término, la conservación histórica de un inmueble respetando su esencia. Y por último, la aceptación implícita del edificio por parte de la sociedad en la que se encuentra, por ser un territorio inmerso ya en la cultura local. Un espacio artístico acrecienta su importancia en la medida que se reconozca en su contexto social.

Texto publicado en la Revista Cultural San Gabriel no. 30 / http://www.centroculturalsangabriel.com/revista/revista-30.pdf

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En lengua de señas, los pensamientos se ven

  

La primera vez que fui a ver una obra de Seña y Verbo fue por error. En cualquier visita a la capital era menester un tiempo para ir al teatro. Esa vez me encontré con la obra ¡¿Quién te entiende?! por una casualidad que todavía agradezco. En un teatro íntimo, como me gusta, tuve una experiencia hermosa: dos actores sordos y un vocal nos contaron tres historias de una forma increíble. La obra me sedujo. Trascendió. Cambió mi perspectiva. ¿Quién hizo esto? ¿De dónde salieron estos actores? 

Obra: ¡¿Quién te entiende?! / Seña y Verbo / Foto: Leonardo Martínez

 

Seña y Verbo es una compañía profesional de teatro con una misión muy clara de promover la lengua y la cultura de los sordos a través de obras de teatro originales que, muy importante aclarar, entienden sordos y oyentes. También ofrecen variedad de cursos, asesorías y talleres de divulgación. Desde su fundación, ha tenido una labor continua produciendo 10 obras originales, frecuentes giras por la República Mexicana, ocho giras internacionales y más de 1,000 representaciones en la Ciudad de México. 

Alberto Lomnitz es el responsable. Es director, dramaturgo, actor y docente. Estudió la licenciatura en la UNAM, después actuación y dirección en el T. Shreiber Studio de la ciudad de Nueva York y en 1991 obtuvo una maestría en teatro de la Universidad de Illinois en Chicago. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores Artísticos y de la Academia Mexicana de Arte Teatral. Tiene una carrera sobresaliente. Entre muchas otras cosas, fue director de la Compañía Nacional de Teatro y desde 1993 es el fundador y director de Seña y Verbo: teatro de sordos

Alberto Lomnitz / Foto: Leonardo Martínez

 

La primera pregunta obligada era ¿Qué pasó en tu vida que te llevó a realizar esta idea? Sorpresa fue que no surgió de una experiencia personal, sino profesional. Su primer trabajo como actor bien remunerado, fue en 1986 con la compañía National Theater of Deaf de Estados Unidos para una gira por México como actor vocal. En sus palabras: “me enamoré de la compañía” y seis años después surge, al obtener una beca por el Fideicomiso para la Cultura México / EUA (Fundación Rockefeller, FONCA, Fundación Bancomer), Seña y Verbo

Seña y Verbo tiene hoy una organización que consta de diez personas: un director, un productor ejecutivo, una directora de desarrollo institucional, un administrador y seis actores sordos. El resto de los colaboradores, como el director de escena y actores vocales, son contratados por proyecto. 

¿Cómo se ha podido mantener financieramente esta organización? Pareciera que un proyecto de estas características podría tener ingresos importantes por parte de la iniciativa privada pero, la realidad es que, hasta que recientemente ganaron la beca de México en Escena que les otorga anualmente 1.5 millones de pesos, el 93 por ciento de los ingresos de Seña y Verbo eran propios divididos en funciones vendidas, taquilla, teatro escolar y, en mayor proporción, por los talleres que imparten. Ahora, aproximadamente el 30 por ciento del presupuesto es subsidio.

Obra: UGA / Seña y Verbo / Foto: Leonardo Martínez

 

Para lograr una compañía de profesionales, los actores están en constante formación. Siempre clase de español pues, Alberto Lomnitz hace la aclaración: “la mayoría de los sordos no conocen el idioma, saben las letras pero generalmente no entienden lo que leen, es como si tú lees un periódico alemán, puedes seguir las letras porque las conoces pero no tienes idea lo que dice.”, además historia del teatro, análisis de texto, mímica corporal, entre otras. Con los actores sordos hay una ventaja: su forma de comunicarse es corporal, son muy expresivos “en lengua de señas, los pensamientos se ven”. 

El problema más grande que enfrenta Seña y Verbo es el prejuicio que puede generar, como si el trabajo fuese un asunto asistencial y, realmente, resulta contraproducente. “Nadie va al teatro por lástima, competimos como teatro, somos artistas profesionales”. Seña y Verbo es una estrategia encaminada. 

Las obras más recientes como ¡¿Quién te entiende?! y Uga, claramente hablan de temas que afectan a los sordos, la pregunta es: ¿todas las obras tienen este fin? Resulta que, por demostrar que es un teatro de sordos, no para sordos, por 7 años no se hicieron obras con problemáticas exclusivas de éstos y no fue hasta que, en una reunión, los propios actores demandaron hablar de sus inquietudes en torno esta temática. 

Preocupados por extender la idea, Seña y Verbo forma parte del programa Manos a los Estados colaborando en la formación de compañías de sordos fuera del Distrito Federal. Arrancaron ya Culiacán y Torreón, se está gestando la de Guadalajara y todavía está por definirse la sede de la cuarta. Seña y Verbo apoya con un subsidio para el comienzo y otorga asesoría constante. ¿Qué sigue? Un festival nacional. 

¿Lo que más te enorgullece? sin dudar, contesta: “El público que se ha formado” ¿El reto mayor? “Que se entienda como un proyecto artístico y social”. 

Además de ofrecer una obra artística, Alberto Lomnitz ha logrado alzar la voz de una minoría, siendo a través de Seña y Verbo, detonador de un movimiento político y social. Indudablemente una propuesta artística completa.

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El arte como invasor del espacio público

Estoy parada en un vagón del Metro de la ciudad de México. Platico con Miguel mientras avanzamos por la línea azul. Suerte para nosotros que vamos acompañados y la conversación nos distrae, o para aquellos que llevan un libro, hojean una revista o leen el periódico. Los demás sólo esperan llegar y el trayecto es aburrido. Los vendedores ambulantes se agregan, de vez en cuando, al ruido ya asumido de abrir y cerrar de puertas; al arrancar y frenar el tren y a los anuncios por altavoz. De pronto, un hombre se hinca a mi lado. Me llama la atención, trae una máscara que nos pone a algunos en cierto estado de alerta. Del otro lado, ubico a otro hombre de las mismas características. Algo va a pasar. El primer hombre empieza a decir en voz muy alta algo que aún no entiendo; el segundo contesta y comienza un diálogo. Caminan entre nosotros. En este punto, los que leían, levantan la vista; los que platicábamos, callamos; los distraídos, enfocan su atención. Todos escuchamos y nos esforzamos por descifrar. El diálogo continúa y ahora entiendo algunas frases. El texto tiene coherencia. Hay algo que nos quieren decir. Dura poco, dos paradas de Metro, pero lo suficiente para dejar huella en algunos de nosotros. Deducimos: es teatro. Al terminar, uno de los hombres por fin se dirige a nosotros: “Esto fue un fragmento de La Vida es Sueño”; continuó, “pasaremos por su cooperación (no monetaria), cualquier cosa que nos retroalimente: un chocolate, una sonrisa, una frase, un abrazo, una palabra, una mirada…”, y añadió: la crisis que vivimos no es económica, es cultural. Compren un libro, pero por favor ¡léanlo! Los dos hombres salieron del vagón para llevarles a otros esta experiencia. Un acto extraordinario dentro de la cotidianidad.

La biznaga teatro, campaña de vacunación cultural en el metro

Esto es ejemplo de una intervención artística en espacios urbanos. Sus elementos cardinales son sorpresa, invasión y doble realidad. Apela a que el arte también puede existir fuera de los espacios que lo consagran como los museos y teatros. Una exposición fotográfica en la acera de un gran boulevard, una proyección cinematográfica en las ventanas de un edificio, una lectura de poesía en la banca de un parque, un concierto en el pasillo del metro o una obra de teatro en un mercado, por mencionar algunos. La informalidad del espacio es una invitación. Los proyectos pueden inclusive ser colectivos, involucrando significativamente a la comunidad en su realización. El público se vuelve partícipe y cómplice, deja de ser sólo un espectador.

MAMA, escultura de la artista Louise Bourgeois en el exterior del Guggenheim de Bilbao / Foto: Alejandro Grimaldi

Tenemos que mirar a nuestro alrededor. Un lugar público es por excelencia el espacio de intercambio y acción de una sociedad. El arte público puede tener varias finalidades. Provocar una reflexión hacia las normas políticas y sociales que rigen la vida diaria en un contexto contemporáneo; generar nuevas audiencias, pues invadir el espacio invita a una experiencia artística a personas que normalmente no se acercarán al arte (no voy al arte, el arte viene a mí); conmemorar algo o, simplemente, suscitar una experiencia estética. Puede tener carácter efímero (una representación), temporal (una exposición) o permanente (un mural).

Afortunadamente hay muchos ejemplos. El Festival de México en el Centro Histórico inauguró  este año en las calles un programa de arte público (12 al 19 de marzo). En Nogales, Sonora, hay un interesante taller llamado “Yonke”; su propuesta es experimentar con el arte visual en los espacios de uso cotidiano del ser humano con una clara apuesta por la diversidad. Eduardo Flores Castillo, un perfomero (como él se denomina) y artista visual tiene en su repertorio: “Clase de dibujo libre”, que es una clase de dibujo impartida en un lugar público con uno o varios modelos desnudos sin limitaciones para participar ni para observar la clase, se regalan lápices y papel y se establece un diálogo acerca de la libertad de expresión, la tolerancia y el cambio social. La Biznaga, un grupo teatral de la Ciudad de México también tiene un proyecto llamado “Intervenciones Urbanas” con propuestas como la “campaña de vacunación cultural en el metro” que, explican en su página de Internet, “es un grupo de especialistas en misiones delicadas, interviene en casos de extrema urgencia, cuando los niveles culturales de la población bajan peligrosamente. Han dispuesto censores en el Metro para medir el nivel cultural de los usuarios, cuando se activa la alerta roja, significa que ya entramos en zona de riesgo cultural. No queda más que intervenir con inmediatez y precisión quirúrgica. En los cinco minutos que siguen la alerta roja, el Comando llega al lugar del siniestro, asegura la zona, determina el origen del mal, y finalmente responde con eficacia, vacunando a los usuarios con cultura. Una inyección cultural que intentará de manera humorística y poética acercar la gente al teatro, la literatura y el arte en general”. Durante el Fórum Universal de las Culturas Monterrey (2007), se expusieron en el Parque Fundadora dos mil 501 figuras humanas de tamaño natural esculpidas en barro por las manos del artista oaxaqueño Alejandro Santiago, quien vio vaciarse su natal Teococuilco y, cuando contó las personas que habían emprendido caminata, replicó ese número para suplirlas: 2 mil 501 migrantes.

No puedo dejar pasar una recomendación: la película Noviembre del director Achero Mañas, en la que a través de un falso documental, cuenta la historia de un grupo de teatro que transgrede. Comienza la función con demonios provocando a los transeúntes, actuaciones de denuncia social y acciones llevadas al extremo. Sin mucho límite o censura, con muchas ideas que cumplen su objetivo cuando consiguen que el espectador deje de serlo y pase a formar parte del guión.

Utilizar el terreno urbano abre muchas posibilidades: la experiencia artística se puede concebir como aquí y ahora y, por lo tanto, en cualquier otro lugar. El público reconoce una discordancia en su espacio y se crea una doble posición. El espectador ve al mismo tiempo lo ficticio sobre lo real. Este suceso predispone al observador a un estado lúdico, en el cual caben formas distintas de entender la realidad. ¿Cómo no reaccionar en este juego?

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Circo, un arte en renovación

“…porque dejar de transformarse, es dejar de vivir.” Bergson

 ¿Qué imagen se dibuja en tu mente al escuchar la palabra “CIRCO”? ¿Carpas? ¿Payasos con narices rojas? ¿Animales salvajes domesticados? El circo se está reinventando y, gracias a su capacidad de transformarse, se salvó de sucumbir en un período de agonía en los años setenta y conquistó a un público ya desencantado. El nuevo circo o circo contemporáneo apuesta por la integración de diversas disciplinas artísticas: música, danza, literatura, teatro, artes visuales y técnicas circenses. Atiende a un espectador que exige una reflexión estética y no sólo una mera exhibición de habilidades. Aún así, mantiene su particularidad: el riesgo.

No sólo el circo ha integrado otras artes, también viceversa. Por ejemplo el cine en la película de ACROSS THE UNIVERSE en la que la canción “Being for the benefit of Mr. Kite” transcurre en un ambiente de circo; la música con composiciones para circo, la danza, el teatro, etc. Es verdad que, en el arte contemporáneo, la línea divisoria entre disciplinas es cada vez más delgada.

“Cuando ya todo está dicho ¿Quién dice que no se puede volver a empezar?” Cirque du Soleil

No se puede hablar del nuevo circo sin mencionar el Cirque du Soleil. Con una historia de 25 años, ha convertido un proyecto en una gran empresa que hoy tiene más de cuatro mil empleados en el mundo, incluyendo mil artistas. Es un claro ejemplo de la universalidad de este arte en evolución, con artistas provenientes de más de 40 nacionalidades y presentando sus espectáculos  a más de 200 ciudades en los cinco continentes. Cirque du Soleil apuesta por proyectos preparados para adaptarse a diversos escenarios del mundo; siendo fieles así al origen del circo que era más bien itinerante, pero también por aquellos espectáculos diseñados exclusivamente para un espacio, como es el caso de LOVE en Las Vegas. Para la realización de LOVE, se construyó el teatro en función del diseño proyecto; es decir, primero se pensó el espectáculo y después se hizo el escenario para que éste fuera posible. Cada representación del Cirque du Soleil es un sueño hecho realidad.

Pero el circo contemporáneo no es sólo el Cirque du Soleil. De la escuela en Montreal, Ecole Nationale de Cirque emergió el Cirque Eloize  y en Quebec germinó Les 7 Doigts de la Main. Circus Oz en Australia o Circus Gosh en Alemania.  Francia es el país que más actividad circense genera en el mundo con alrededor de mil 400 artistas y compañías, 197 escuelas o centros de formación especializados y más de 300 festivales, entre otros movimientos. Destacan también Bélgica, que con una población de diez millones de habitantes, es el segundo país en Europa con más actividad en este ámbito, así como  la comunidad autónoma de Cataluña en España con reconocidas ferias de circo como lo son Tàrrega y Trapezi, que juntas suman más de 120 compañías provenientes de diversos países. La Arena, que en Argentina ofrece formación profesional para jóvenes que quieren hacer del circo su modo de vida.

México también ha apostado por el circo contemporáneo. En los últimos años la programación de circo en diversos festivales artísticos ha incrementado. Una propuesta interesante es CIRKO DE MENTE, compañía fundada en 2004 que está trabajando en  proyectos de creación, formación y difusión como talleres, coproducciones y encuentros.

A pesar del esfuerzo que se está haciendo por dignificar el circo, hay todavía muchos arquetipos qué romper. Por ejemplo, el circo contemporáneo no siempre contempla toda clase de públicos. Hay propuestas que, por el tema, crítica o impacto visual no es necesariamente familiar. La intención de los payasos no es siempre hacer reír. Tiene una historia qué contar, no son actos independientes, como lo propone el circo tradicional sino que integra sus elementos. Los espacios no siempre serán en una carpa, el nuevo circo innova también en escenarios exhibiéndose en teatros y espacio urbano, entre otros.  En la mayoría de los países sigue siendo la educación un punto débil. Escuelas de circo profesional, espacios de creación y programación estable son la constante demanda de estos artistas.

¿Qué nos queda por ver? El circo contemporáneo tiene aún mucho por explorar y proponer. En una entrevista, Donald B. Lehn, director de la escuela de circo de Carampa, dijo “…pero el circo no ha pegado el gran salto aún: está a punto de hacerlo. Tiene la capacidad de contar cosas que todavía ni imaginamos”. Dejémonos sorprender.

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